El hombre de las mil caras

El cuerpo de una persona se mueve de acuerdo a cientos de voluntades individuales: Miedo, vergüenza, ira, deseo sexual, nostalgia, depresión, euforia, etc.

Todo esto evidencia que en un solo cuerpo conviven múltiples impulsos. Unos y otros se trepan así mismos empujados por las diferentes situaciones, generando en una persona contradicciones, estados nerviosos y otras disfunciones de la personalidad.



Cuando alguien está en una fiesta su ánimo está formado por esa parte de la multiplicidad que gusta de esos estímulos y cuando está concentrada en un libro, pues hay otra parte de su multiplicidad actuando. Queda claro que en una sola persona conviven diferentes voluntades que reaccionan a diferentes estímulos. Cuando se está a disgusto en un sitio es que el cuerpo ha sido invadido por otros deseos.

Los múltiples impulsos tienen, al parecer, su propia inteligencia. Puede alguien ser muy astuto en el impulso de apropiarse de algo, pero puede quizá carecer de astucia para resolver un problema personal sentimental, por decir algo. Se trata de expresar que cada impulso tiene sus propias características, su propia sabiduría y su propia capacidad e incapacidad. En otras palabras, cada impulso que vive dentro nuestro tiene su propia personalidad.

Tomando como ejemplo al gastado “Juan Perez”, digamos que lo que sus amigos conocen de él, cuando dicen “yo lo conozco, es mi amigo”, es un promedio general de sus múltiples impulsos, que lo conducen a reproducir repetidas veces las clásicas conductas formadoras de su identidad cuando se mueve en determinado ámbito. Fuera de su ámbito habitual y ante otros retos,  diferentes impulsos, desconocidos probablemente por él mismo, surgen con seguridad.

El promedio general crea una personalidad que forja la ilusión de que somos un individuo íntegro y nos obnubila ante lo obvio: "Somos todo el tiempo seres múltiples y cambiantes". Si un golpeador se arrepiente, se evidencia que en su cuerpo instantes antes fue poseído por un impulso agresivo y ahora por otro, digámosle, culposo. Rara vez el arrepentimiento es verdadero (es decir no surgido por ningún impulso sino por la plena y profunda conciencia del daño causado y de lo absurdo del accionar). Cuando esto ocurre lo natural es que el golpeador deja de serlo sin necesidad de ningún tipo de artificio ni tratamiento ni ejercicio. El ejemplo vale ser aplicado para otros cientos de conductas, inclusive vicios no solo psicológicos como el citado, sino también físicos.

¿Cómo comprobar que no soy unidad, sino multiplicidad?
El ejercicio es muy sencillo. Obsérvese el zapping de los propios pensamientos. Atiéndase de igual modo las cambiantes emociones. Véase el sinfín de contradicciones propias y ajenas, las promesas incumplidas, las dudas surgidas por poseerse varios deseos, el deseo de abandonar un hábito y a la vez el deseo de continuarlo, etc.

¿Es maravillosa la pluralidad?
Parece serlo, tanto como dañina. En este momento todo nos indica que predomina su aspecto más fatal en el movimiento de la historia humana, llena de guerras, desigualdad  y sufrimiento. Hasta ahora vemos que la multiplicidad en su estado actual funciona como una usina de dolor incesante. Tal vez por funcionar cada impulso bajo su propia dirección con el único motor de saciarse a sí mismo sin conexión con el resto de los impulsos de la persona. Tal cual sucede en la sociedad.

¿La sociedad es al mundo lo que los impulsos al individuo?
Del mismo modo que en el cuerpo del planeta, la plural sociedad está en caos constante por su imposibilidad de trabajar al unísono, conectados, sin divisiones; así funciona la pluralidad del interior del individuo. De hecho fue la sociedad interior (la multiplicidad de cada uno) la que fabricó el estado de las relaciones de la sociedad exterior (multiplicidad del mundo). Por último podemos observar que si cada individuo lograra que su propio mundo interior armonizara un sentido de unidad, entonces habría externamente una armonía entre cada ser; en este caso el planeta tierra gozaría de armonía y grandes cosas se podrían lograr en él.
Cuando valiosas personas sueñan con formar un nuevo planeta, es triste que ignoren su propia multiplicidad, ya que, así y todo lo lograran, repetirían la historia, pues su mundo interior sigue en estado caótico.

¿Porque está en caos?
¿Conocemos la vastedad de esta población interior o solo una pequeña parte? ¿Se puede cambiar? 
¿Existe un cómo y un para qué cambiar?

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