La muerte y la vida

Cuando creemos saber de que se trata la vida, entonces, también parecemos entender que la muerte solo se trata del fin de ello. La luz se apaga suave o bruscamente, pero en todos los casos estamos hablando del fin de una etapa.

Aquello que llamamos vida se desarrolla en la medida que lo permita la supervivencia, la cual nos conduce a  "existir" en el mundo tridimensional.


Es una pena que no sepamos entender la naturaleza del movimiento que llamamos tiempo y que es la vitalidad mutante que sostiene todo aquello que habitualmente vemos como si se tratase de una continuidad.


¿No ves que solo se trata de instantes muriendo para darle espacio a otros que han de morir a su vez, y así? La muerte por tanto, es la razón fundamental de la vida y viceversa.

Quien vive en dicha conciencia, muere y nace incontables veces, formando su existir más allá de las fronteras de la personalidad -cotidiana forma de existir a la que nos hemos confinado-.

Un hermoso poema circula por las redes, es anónimo y se le atribuye a un hombre de un bello pueblo olvidado, que ha pensado así a su amigo muerto:

No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan
y sostienen las alas de los pájaros.

Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,
soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.

Cuando despiertes en la quietud de la mañana,
soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brillan en la noche.

No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto.



(Poema Cherokee a un amigo muerto)

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